El propósito

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El propósito no tiene que ver con nuestro trabajo en el mundo, si bien muchas veces puede estar acompañado por lo que hacemos para sustentarnos en la vida. Se trata más bien de materias pendientes de nuestro espíritu que venimos a realizar en el plano terrenal. Es nuestro espíritu quien tiene un propósito, no nuestro cuerpo. Ahora bien, necesitamos un cuerpo para poder llevar adelante el propósito.

 

El propósito no tiene cómo función que estemos mejor, si bien por supuesto es uno de sus resultados. Más bien se trata de mejorarnos a nosotros mismos y, muchas veces, para lograr esa mejora tenemos que dejar muchos apegos que creemos nos hacen estar bien o que nos ayudan a vivir bien, pero no son más que distracciones para evitar hacer el verdadero trabajo. Justamente el propósito trata de ir más allá de lo material.

 

El propósito no es fácil de realizar ya que va en contra de los deseos y de las tendencias del ego, si bien por supuesto que es mucho más simple de lo que pensamos. Nuestro pequeño yo está aferrado a emociones y conceptos que son los que dificultan en verdad la realización del propósito. Por eso es difícil de realizar, aunque si comprendemos el sentido y podemos soltar la razón y la mente que nos tira para el otro lado, es muchísimo más simple que lo que creemos.

 

El propósito no es para beneficio de uno mismo, si bien también tiene este fruto como resultado. Más bien está ligado a metas mucho más grandes que las propias y apunta mucho más lejos que su propio ombligo. Nuevamente, se trata del espíritu y la evolución de conciencia (y no del ego y sus deseos).

 

El propósito no tiene que ver con hacer lo que nos gusta, si bien en verdad lo que más le gusta hacer a un espíritu despierto es cumplir con su gran propósito. En realidad se trata de alinearnos con el cielo, pero aquí quiero hacer una salvedad: ¿qué es alinearnos con el cielo? Si bien es cierto que venimos a manifestar la vibra más alta de nuestras singulares cualidades descritas en nuestra carta, alinearnos con el cielo es trascender incluso nuestra propia carta. “El hombre sabio vence a sus planetas, es decir a su pasado, transfiriendo su lealtad de la creación al creador”, decía Yogananda en su capítulo “Burlando a las Estrellas” de su libro “Autobiografía de un Yogui”. Alinearnos con el Cielo entonces es trascender nuestro propio ADN Cósmico convirtiéndonos en el Cielo mismo (el más alto Acuario). Claro que también todos compartimos un mismo y ulterior propósito, que se trata finalmente de recordar quienes somos y volver a casa.

 

El propósito no tiene que ver con el bienestar, aunque claro está que también lo tendrá como uno de sus resultados. Más bien está relacionado con la evolución, y la mayoría de las veces las decisiones evolutivas atentan contra nuestro ilusorio y volátil bienestar.

 

El propósito está más relacionado con vaciarnos que con llenarnos, si bien deberíamos preguntarnos vaciarnos y llenarnos de qué. Para ponerlo en términos energéticos, es cierto que el espíritu necesita llenarse de luz y vaciarse de oscuridad. Y en esto consiste también la función de nuestro propósito.

 

El propósito está relacionado con lo que llamamos karma, porque justamente parte de nuestro propósito es limpiar deudas y corregir -tikun- lo que pudimos haber hecho en vidas anteriores de manera totalmente ignorante y en contra de nuestra verdadera identidad. Otro punto más que ratifica eso de que el propósito no es tarea fácil de realizar.

 

El propósito no tiene que ver con nuestros talentos. Una cosa es el talento y otra cosa es el propósito; si bien podemos utilizar nuestros talentos en función de nuestro propósito y de hecho nuestros talentos SON para donar al mundo; muchas veces nos desviamos de cumplir con nuestro propósito debido al mal uso de nuestros talentos. Entonces lo que traemos como un tesoro se nos vuelve en nuestra contra.

 

El propósito -así como nuestras tendencias kármicas- pueden verse en la Carta Natal, pero hay que tener mucho cuidado y saber cómo interpretarlas porque puede prestar a confusión. La astrología no está para justificar nuestra oscuridad y excusarnos en ella, sino más bien para transformarla y trascenderla, trascendiéndonos de esta manera también a nosotros mismos.

 

El propósito entonces está enlazado con aprender a manifestar las más altas cualidades celestes: dar, tolerar, amar, compartir, agradecer, amar, etc. Entonces, por ejemplo, si mi propósito es aprender a DAR y COMPARTIR, puedo experimentar mucha carencia a lo largo de mi existencia. Si mi propósito es aprender a TOLERAR, es probable que me rodeen personas muy iracundas y enojadas conmigo. Si mi propósito es aprender a AGRADECER, entonces puede que tenga muchos obstáculos para apreciar el valor de la vida. Si mi propósito es aprender a AMAR, entonces tendré muchas situaciones duras para poder abrir el corazón. Si mi propósito es aprender a ser HUMILDE, entonces me encontraré en situaciones en donde sentiré que ni me registran. Si mi propósito es aprender a reconocer la VERDAD, seguramente tendré que atravesar muchas estafas e ilusiones vanas. Si mi propósito es SER FUERTE Y RESISTENTE, me encontraré con personas y situaciones que me pondrán a prueba.

 

El propósito siempre es elevación y evolución para el espíritu, y por eso mismo puede desagradarle al ego y a la mente. Esto es difícil de entender, porque va más allá de lo visible. Pero aunque a nuestro pequeño “yo” no le guste, tengámoslo por seguro: si nos alineamos con nuestro real propósito, todo cobra un maravilloso y místico sentido. El cielo se abre, la abundancia nos colma el alma, y entonces sí podremos decir que estamos en camino hacia nuestra verdadera liberación.

 

Todo lo otro, te tiro un saturnazo, es pura ilusión.

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