Una amor que supera la muerte

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De qué ocurrió a Wang Daoping, nacido en Chang’an, en tiempos del emperador Shihuang de la casa de Qin Wang Daoping, también llamado Wanga secas, y Tang, una muchacha tan extremadamente bella en su porte como dulce en su trato, eran dos jóvenes de una misma prefectura que se habían prometido amor eterno y matrimonio desde niños.
Más adelante, Wang fue reclutado y enviado de oficial a la guerra que se estaba librando en las provincias al sur del río Amarillo. Nueve inviernos sin regresar del frente bastaron para que los padres de la muchacha, viendo que se les iba a pasar la edad de desposarla, decidieran concedérsela a un hombre llamado Liu. Ella se opuso -su promesa con Wang era absolutamente inalterable-, pero sus padres la desoyeron y la obligaron a casarse sin aceptar excusas.
Los tres años siguientes fueron para ella una desdicha constante y una añoranza de Wang inacabable, años de una tristeza tan honda y de un desasosiego tal que pusieron fin a su vida. Llevaba ya tres años sepultada cuando regresó Wang del sur y supo, al preguntar por ella a los vecinos, cómo, si bien solamente a él había entregado su corazón, había sido forzada por sus padres a casarse con Liu, «al. poco de lo cual -y aquí acabaron su relato- murió». – ¿Dónde está su tumba? -les preguntó Wang. Los vecinos le indicaron el lugar. Una vez ante ella, la angustia y la pena lo acongojaron de tal modo que no pudo evitar ni un largo llanto incontrolable ni ponerse a gemir su nombre sin cesar. Un poco después, le habló así en voz alta:
-¿Cómo podía haber imaginado entonces que mi puesto iba a alejarnos tantos años y que iban a entregarte a otro tus padres mientras tanto? Y yo, que jamás pensé en romper nuestra promesa de amor, veo ahora que la vida nos ha llevado por caminos ya imposibles de juntar, el de los vivos y el de los muertos, arrebatándonos el modo de cumplirla. Si aún estás ahí dentro, aunque sólo sea en espíritu, quisiera verte la cara una vez más, como si siguieras viva; que si no lo estás, así me iré sin verte más.
Dicho esto, se separó de la tumba y comenzó a ir y venir Reno de congoja y ansiedad hasta que, en efecto, de la tumba salió el espíritu de la mujer, que le dijo:
-Tantos años sin regresar, Wang, que mis padres me casaron con otro hombre contra mi voluntad. Nos habíamos prometido el uno al otro amor sin fin, y yo te seguí amando tanto y deseando tanto tu presencia, y tanto estuve sin tenerla que morí de pena y añoranza a los tres años de mi forzado casamiento, y ahora estoy en este mundo de oscuridad y de tinieblas. Pero nada te ha borrado de mi mente, nada ha borrado este amor que aún te tengo. Así que escúchame; escúchame bien porque mi cuerpo está incorrupto todavía: todavía puedo renacer y ser tu esposa. Abre esta tumba cuanto antes, sácame, y viviré.
Wang meditó con cuidado sus palabras. Abrir la tumba era delinquir, violar los ritos. Rompió la lápida, abrió el féretro y allí estaba la mujer; le acarició la cara y notó que revivía. Enseguida estuvo ya compuesta, y se fue con él.
Pocos días después, su esposo tuvo noticia del suceso y, sorprendido en extremo, acriminó a Wang ante el juez provincial. Se hicieron las debidas investigaciones y el veredicto fue: «No hay ley al respecto». Así que el informe de aquel caso tan extraordinario fue sometido al emperador, quien decidió que Tang podía vivir con Wang en calidad de esposa.
Vivieron juntos hasta la edad de ciento treinta años, acaso como recompensa por su fidelidad a una promesa que hiciera temblar a cielo y tierra juntamente.

 

Imagen de Youtube: Nihao PUCP: “Conoce la leyenda detrás del San Valentín chino”.

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